16 de xaneiro de 2014

Servidão Humana



W. Somerset Maugham
Servidão Humana (1915)

É a minha estreia na obra de Somerset Maugham, pelo seu título mais conhecido. Cheio de referências à pintura e à literatura, descreve uma autêntica descida aos infernos da alma, na pessoa de Philip Carey, e a forma como ele, conscientemente, toma as decisões que sabe serem erradas. Vi também, pouco depois, Of Human Bondage, de John Cromwell, filme de 1936, com Leslie Howard e Bette Davis (foi nomeada para um Oscar por este seu desempenho). Sem pôr em causa os méritos dos actores, a adaptação é uma desilusão (adaptar um livro de quase 600 páginas a um filme que não chega a uma hora e meia é uma tarefa ingrata e uma batalha perdida à partida); retalha completamente o livro e mal assoma a profundidade das personagens.

Philip reuniu forças para receber Mildred, sem dar o menor sinal do que sentia. Teve o impulso de cair de joelhos, tomar-lhe as mãos e implorar-lhe que não partisse; mas sabia não haver meio de dissuadi-la. Contaria a Griffiths o que ele dissera e a maneira como se portara. Teve vergonha.
– Então, que me dizes da viagem? – perguntou jovialmente.
– Estamos prontos. Harry está lá fora. Disse-lhe que tu não querias vê-lo e por isso não lhe apareceste. Mas quer saber se pode entrar só por um minuto, para dizer adeus.
– Não. Não desejo vê-lo – respondeu Philip.
Compreendia que a Mildred pouco importava que ele falasse ou não com Griffiths. Agora que estava ali, queria que ela se fosse depressa.
– Olha, aqui tens as cinco libras. Gostaria agora que te fosses.
Ela pegou na nota e agradeceu. Voltou-se para sair.
– Quando voltas? – perguntou ele.
– Ah... segunda-feira. Harry precisa de ir para casa da família.
Philip sabia que o que ia dizer era humilhante, mas estava acabrunhado pelo ciúme e pelo desejo.
– Então, ver-te-ei na volta, não?
Não pôde evitar que a sua voz tomasse um tom de súplica.
– Naturalmente. Avisar-te-ei logo que volte.
Apertaram-se as mãos. Por entre as cortinas da janela, viu Mildred saltar para o trem estacionado diante da porta. Este pôs-se em movimento. Philip atirou-se para cima da cama e escondeu o rosto nas mãos. Sentiu que as lágrimas lhe vinham aos olhos e teve raiva a si próprio; cerrou as mãos e inteiriçou o corpo para se conter; mas não conseguiu e grandes soluços de dor irromperam-lhe do peito.

5 de xaneiro de 2014

Patagonia Express


Luis Sepúlveda
Patagonia Express (1995)

Livro de viagens em vários pontos da América do Sul, que não apenas a Patagónia, de cariz autobiográfico. Se é só a realidade, esta ultrapassa a ficção; ou, para usar um conhecido provérbio italiano, se não é verdade, é bem contado...

Mientras la cocinera calentaba una cacerola con leche, el tipo me observó de arriba abajo y, al hacerlo, sonreía de una manera bastante cínica.
– Ver para creer –dijo soltando una carcajada.
– ¿Le parezco divertido?
– Para ser sincero, me parece mucho más que eso; me parece pendejo.
– Párele, compadre. Yo no lo conozco y usted me insulta. ¿Puedo saber por qué?
– No le digas nada, José. No te metas en líos –aconsejó la cocinera.
– ¡Carajo! Alguien tiene que decírselo.
– Decirme, ¿qué?
Entonces el tipo se incorporó, caminó hasta la puerta, y desde allí me hizo señas para que lo siguiera. Sin salir del estupor miré a la cocinera.
– Vaya con él, patrón. Parece mentira, pero usted no sabe nada de lo que pasa.
Salimos a la fría noche del páramo. Con otro gesto el tipo me indicó que íbamos a la caballeriza. Una vez ahí, me ofreció asiento en un cajón y me alargó una botella.
– Échese un trago. Creo que lo necesita.
Bebí. Sentí que me destrozaba las tripas. Aquello era "puro", el alcohol más fuerte que sueltan los trapiches. Tosí mientras el tipo me daba golpecitos en la espalda.
– Perdone que lo tratara de pendejo, amigo. Es que se lo merece.
– Conforme. ¿Tiene un cigarrillo para pasar el veneno?
De un bolsillo de la camisa sacó dos cigarros largos, me ofreció uno, y al darme fuego me miró a los ojos como se mira a un imbécil.
– Bueno, desembuche de una vez.
– Lo están cebando, amigo. Como a un puerco.
– No le entiendo una palabra.
– ¡Ay, señor, ten piedad de los pendejos! Lo están cebando, amigo, pero no para llevarlo al matadero. Lo van a casar.

Li anteriormente:
Nombre de Torero (1994)
Un Viejo que Leía Novelas de Amor (1989)

2 de xaneiro de 2014

Los Funerales de la Mamá Grande


Gabriel García Márquez
Los Funerales de la Mamá Grande (1962)


Depois de reler, desta vez na versão original, La Mala Hora (Horas Más) e El Coronel no Tiene Quien le Escriba (Ninguém Escreve ao Coronel), prossegui com este Los Funerales de la Mamá Grande (Os Funerais da Mamã Grande). Os três livros partilham personagens, locais e acontecimentos e formam como que uma espécie de prólogo aos Cem Anos de Solidão.

El gran día era venido. En las calles congestionadas de ruletas, fritangas y mesas de lotería, y hombres con culebras enrolladas en el cuello que pregonaban el bálsamo definitivo para curar la erisipela y asegurar la vida eterna; en la placita abigarrada donde las muchedumbres habían colgado sus toldos y desenrollado sus petates, apuestos ballesteros despejaron el paso a la autoridad. Allí estaban, en espera del momento supremo, las lavanderas del San Jorge, los pescadores de perla del Cabo de Vela, los atarrayeros de Ciénega, los camaroneros de Tasajera, los brujos de la Mojana, los salineros de Manaure, los acordeoneros de Valledupar, los chalanes de Ayapel, los papayeros de San Pelayo, los mamadores de gallo de La Cueva, los improvisadores de las Sabanas de Bolívar, los camajanes de Rebolo, los bogas del Magdalena, los tinterillos de Mompox, además de los que se enumeran al principio de esta crónica, y muchos otros. Hasta los veteranos del coronel Aureliano Buendía –el duque de Marlborough a la cabeza, con su atuendo de pieles y uñas y dientes de tigre– se sobrepusieron a su rencor centenario por la Mamá Grande y los de su especie, y vinieron a los funerales, para solicitar del presidente de la república el pago de las pensiones de guerra que esperaban desde hacía sesenta años.

Li anteriormente:
El Coronel no Tiene Quien le Escriba (1961)
La Mala Hora (1962)
La Hojarasca (1955)