7 de outubro de 2016

Los Crímenes de los «Buenos»


Joaquín Bochaca
Los Crímenes de los «Buenos» (1982)

Este livro parte dos critérios utilizados nos julgamentos de Nuremberga – crimes contra a paz, crimes de guerra e crimes contra a humanidade (crimes que não estavam tipificados na época em que foram cometidos) – e aplica-os ao lado vencedor, com resultados demolidores, tanto mais quando boa parte destes crimes foram cometidos após terminar a guerra.
Somos confrontados com o bombardeamento gratuito de cidades e populações, atrás da linha de frente e com o único objectivo de provocar a morte de civis, como se viu no bombardeamento de Dresden, cidade aberta, sem qualquer interesse militar, onde se juntavam centenas de milhares em fuga da frente leste, provocando mais vítimas que Hiroshima e Nagasaki juntas (outras duas cidades sem objectivos militares). Acompanhamos os constantes atropelos às Convenções de Genebra e de Haia por parte dos Aliados, os "bons", e a guerra desleal que, desde a primeira hora moveram contra o Eixo; a manipulação da camarilha de Roosevelt na preparação de um "isco" chamado Pearl Harbour que, finalmente, lhes deu o pretexto que tanto procuravam para levar os EUA a uma guerra alheia; passamos pela farsa do Tribunal de Nuremberga, pela ignomínia do Plano Morgenthau e da Operação Kellhaul; observamos a utilização de mão de obra escrava nos anos que se seguiram ao fim da guerra (não só pela URSS, mas também pela Austrália, França e Inglaterra); verificamos a contabilidade de vítimas que são atribuídas aos "bons", segundo as estimativas mais modestas: 10,5 milhões de mortos por crimes de guerra e depurações, 6,9 milhões de prisioneiros e deportados desaparecidos por violação das Convenções de Genebra, 13,5 milhões de pessoas encarceradas após o fim da guerra por aplicação de leis retroactivas; analisamos o percurso dos protagonistas nas décadas que se seguiram ao confronto, e por fim, o somatório de vítimas atribuídos ao comunismo, segundo um estudo (naturalmente incompleto) publicado por Jean-Pierre Dujardin em 1978: 150 milhões de mortos – temas sombrios lançados ao esquecimento, enquanto se apontavam os holofotes para outro lado. Falava-se dos crimes míticos e pretéritos para que não se falasse dos "crimes dos bons".
Este livro recomenda-se a quem não se conforma com os dogmas da historiografia marxista, com essa leitura errada, mas infinitamente propagandeada pelos mass media, tendo o mérito de recorrer, sempre que possível, ao testemunho escrito de partidários dos Aliados ou, quando muito, de autores tidos como neutrais.
Destacam-se os capítulos dedicados a analisar as condições que levaram ao despoletar da guerra: as absurdas disposições do Tratado de Versalhes, por uma incompetente (ou algo mais?) Sociedade das Nações, foram na realidade o rastilho já aceso que levou a essa nova hecatombe bélica em território europeu, uma guerra procurada a todo o transe por determinadas elites políticas e financeiras anglo-franco-estadounidenses – os chamados poderes fácticos, com o fim inconfessável de proteger a revolução internacionalista soviética, contra a vontade e o sentimento dos seus próprios povos. A forma como a Polónia foi usada como pretexto, e incentivada a criar as condições que levassem à intervenção alemã (e consequente guerra), oferecendo-lhe uma aliança para a qual tanto a França como a Inglaterra sabiam estar impreparadas para responder; mentindo-lhe sobre o poderio militar alemão, desvalorizando-o, e sobre a pretensa impopularidade do regime, fazendo-lhe crer que, mal estalasse a guerra, este seria deposto pela aristocracia militar; acicatou-se o nacionalismo polaco contra as minorias alemãs que viviam dentro das suas fronteiras, numa série de agressões e limpeza étnica que culminaram ao massacre de Bromberg (quantas vezes se ouviu falar disto nos mass media?), nas vésperas da inevitável intervenção do Reich.
Curioso será notar que a segurança e integridade da Polónia, pretexto oficial que levou à guerra, foi esquecido em duas semanas, tempo que mediou a invasão alemã e a violação da sua fronteira oriental pelas tropas soviéticas, que já não mereceu qualquer desagravo. E, passados cinco anos, metade do que era o território polaco foi alegremente entregue pelos autoproclamados "protectores" à URSS, ficando a Polónia como um estado vassalo, no qual importantes cargos do governo e da administração foram ocupados pelos amos soviéticos.

Aunque toda ciudad alemana de alguna importancia fue profusamente bombardeada, cabe hacer especial mención de los bombardeos de Berlín y, sobre todo, de Hamburgo, el 25 de julio y el 3 de agosto de 1943. Los ataques contra los barrios residenciales de la capital hanseática se desarrollaron de noche, y con una saña hasta entonces inigualada. Pero todos los récords de la gratuita violencia fueron batidos en el bombardeo de Dresde, llevado a cabo durante la noche del 13 al 14 de febrero de 1945. Esa fue la más sangrienta acción bélica realizada, a lo largo de toda la Historia del Mundo, contra una población civil. Dresde, se hallaba entonces, a unos 115 kilómetros de las líneas del frente germano-ruso, y a ella habían llegado más de medio millón de refugiados, ancianos, mujeres y niños. Dresde era una ciudad abierta. En ella no habían cuarteles, ni fábricas de armamentos, ni objetivos militares de ningún género. Habían, en cambio, numerosos hospitales, con enormes cruces rojas pintadas en sus azoteas.
En la mañana del 13 de febrero, 35 aviones ingleses de reconocimiento volaron sobre Dresde y tomaron numerosas fotografías, sin ser inquietados por la Luftwaffe, que se hallaba operando en el frente, ni por las defensas antiaéreas, inexistentes en una ciudad residencial cuya única industria era la de cerámicas. Por la noche, 800 bombarderos de la RAF arrojaron sobre la indefensa ciudad, abarrotada de refugiados, una lluvia de bombas explosivas e incendiarias. Al amanecer del día siguiente, una segunda oleada de bombarderos descargó otro alud de fuego. Y horas más tarde, otros 1.200 tetramotores acabaron de machacar la ciudad destruida, avivando la horrorosa pira con latas de petróleo. En total se lanzaron sobre Dresde 10.000 bombas explosivas y 650.000 bombas incendiarias, amén de 15.000 latas de petróleo, de un hectolitro cada una. El escritor inglés F.J.P. Veale, dice: «Para dar una impresión más dramática, en medio del horror general, las fieras del Parque Zoológico, frenéticas por el ruido y por el resplandor de las explosiones, se escaparon. Se cuenta que estos animales, así como los grupos de refugiados, fueron ametrallados cuando trataban de escapar a través del Parque Grande, por aviones de caza en vuelo rasante... en dicho parque fueron encontrados luego muchos cuerpos de hombres y animales acribillados a balazos... Para evitar las epidemias causadas por los cadáveres en putrefacción, hubo que organizar gigantescas piras que consumían, cada una, cinco mil cuerpos o pedazos de cuerpos. La espantosa tarea se prolongó durante varias semanas.
«Los cálculos del número total de victimas en ese descomunal bombardeo varían mucho de uno a otro. Algunos elevan la cifra hasta un cuarto de millón. Personalmente nos sentimos inclinados a adherimos a esa cifra». Irving no se atreve a dar cifras aunque opta por la de 235.000 muertos y cabe suponer que el número de heridos debió, al menos, doblar esa cantidad.
[...]
El retrato de este gran hombre quedaría incompleto si no se añadiera su intención de arrojar bombas bacteriológicas sobre Alemania. Según la revista americana Spotlight (8-VI-1981) Churchill quería lanzar bombas venenosas y bacteriológicas sobre Berlín, Hamburgo, Frankfurt y Sttugart, a finales de 1944. El plan consistía en arrojar un millón de pequeñas bombas sobre cada una de esas ciudades; esas bombas contendrían bacterias de ántrax. El ántrax es una enfermedad mortalmente contagiosa, tanto para personas como para animales. Tal vez en medio de una de sus clásicas intoxicaciones etílicas, Sir Winston le dijo al jefe de su departamento de guerra química que investigara si el uso de bombas de gas, especialmente de gas mostaza, y de bombas bactericidas resultaría. Según el funcionario consultado, si el plan se hubiera llevado a la práctica, Berlín sería inhabitable todavía en 1981; el número de muertes no hubiera bajado de los tres millones de personas que, dadas las circunstancias, hubieran sido mayoritariamente mujeres, niños, ancianos y prisioneros de guerra.
Dichas bombas no se usaron por no haberse llegado a producir en número suficiente antes del fin de la guerra. Esta «perla» humanitaria ha sido divulgada, incluso, por la muy oficial B.B.C. Y tal vez convendría recordar aquí, que Hitler, una víctima del gas en la I Guerra Mundial, rehusó emplearlo en la II, y que Churchill fue también el responsable de los primeros campos de concentración para civiles en la guerra contra los Boers.
[...]
Un inciso. Queremos llamar la atención sobre un punto que hemos observado escapa a la atención de los más, pese a su sensacional rareza. En el momento de terminar la guerra de las Democracias contra los Fascismos —nos consta que la denominación no es demasiado precisa, pero debemos esquematizar en aras de la comprensión general— eran líderes de las Cinco Grandes Potencias: Truman, Churchill, Stalin, De Gaulle y Chiang-Kai-Chek. Pues bien; ninguno de estos personajes llegó al poder por medio del Sufragio Universal. Truman sucedió automáticamente a Roosevelt, como Vice-Presidente que era, a la muerte de este, pero nadie le había votado como Presidente. Churchill llegó a Primer Ministro por una maniobra de pasillos en el Parlamento, pero el pueblo inglés no le votó, y en cuanto tuvo ocasión de votarle, le echó a la calle. [El pueblo inglés se hartó de negarle sus votos a Churchill. Para tan ferviente creyente en la taumaturgia de la Democracia eso debió ser desmoralizador y traumatizante. Fue, sucesivamente, derrotado en elecciones parciales a diputado cuando se presentó por los laborales, los jóvenes conservadores, los laboristas independientes y los conservadores. Llegó a Primer Ministro merced a una maniobra de pasillos en el Parlamento. Cuando volvió a ser Premier en 1951, lo hizo al alimón con Eden, pero al retirarse discretamente este, cual estaba convenido, el culto pueblo británico volvió a echarle. (N. del A)]
Stalin y Chiang-Kai-Chek eran dos dictadores y nunca habían sido votados. Y De Gaulle, desde 1944 hasta 1948, permaneció en el Poder sin someter su augusta persona a ninguna votación.
Se ha dicho que fue la guerra de las Democracias contra las Dictaduras. Hemos visto que las democracias estaban encabezadas por individuos que no habían llegado al poder por el sistema del Sufragio Universal. El único que llegó al Poder por ese método fue el Canciller del III Reich, Adolf Hitler. Gustará o no gustará. Pero es un hecho. Y los hechos son tozudos.