Joaquín Bochaca
El Mito de los
6 Millones (1978)
Na nossa
sociedade ocidental há poucos dogmas, hoje em dia. Quase todos são
de extracção recente, nascidos por imposição do pensamento único
e policiados por uma minoria ululante contra a maioria letárgica,
acobardada no seu silêncio.
Tempos houve em
que apenas existia um dogma: o Holocausto com agá maiúsculo, o
facto histórico acima de qualquer escrutínio, plasmado na lei como
verdade absoluta. Actualmente, muitos países que se consideram
“democráticos” (este número tem vindo a aumentar), têm penas
de prisão previstas para quem questionar a versão oficial da
História, seja por dissidência, seja por fazer perguntas
inconvenientes. Entre eles, recordemos: Alemanha, Áustria, Bélgica,
Eslováquia, França, Hungria, Liechtenstein, Lituânia, Países
Baixos, Polónia, Portugal, República Checa, Roménia, Suíça e,
claro, Israel (a lista é incompleta, refere sobretudo os países
europeus, não por acaso quase todos “sob ocupação” da União
Europeia).
O dogma é um
ponto basilar de uma religião. Com o Holocausto os paralelismos são
evidentes: existem os mártires, os sacerdotes, os livros sagrados,
as vias-sacras da peregrinação, as esmolas (neste caso verdadeiras
fortunas, a pretexto de indemnizações), o templo onde arde a chama
eterna, o dia santo de guarda, e a liturgia quotidiana sempre
presente recordando-nos a nossa natureza pecadora. E, transformado em
religião, o Holocausto é passível de uma de duas escolhas: ou se
acredita, ou não.
O autor de El
Mito de los 6 Millones está entre os não-crentes, como é
óbvio; e, mais ainda, sustenta que o mito se baseia em alegações
absurdas e mentiras grosseiras, que atentam contra a inteligência
das pessoas normais. Como não quero correr o risco de transcrever
aqui uma passagem negacionista (no fim de contas é crime), opto por
citar um excerto onde se evidencia a natureza mitómana do “povo
eleito”. Suponho que isto ainda não foi proibido...
Más
irónico es todavía que los más absurdos relatos de exterminios
masivos aparezcan en la literatura talmúdica judía y en el Antiguo
Testamento. He aquí algunos ejemplos de ello: Adriano, cónsul
romano en Egipto en el año 200, exterminó a la población judía de
Alejandría, según el Talmud, o le causó importantes bajas según
modernos historiadores. Ahora bien: el Talmud afirma que el número
de judíos exterminados en Alejandría fue de 1.200.000, cuando según
cualquier historiador solvente la población de aquella ciudad en tal
época no pasaba de los 500.000, y en ella los judíos sólo eran una
relativamente importante minoría.
Digna
de mención es, también, la revuelta de Bar-Kochba, un judío que se
declaró Mesías en el siglo II de la Era Cristiana, y se sublevó
contra los romanos. Aún cuando la población judía de Palestina
era, en aquél entonces, de unos 500.000 habitantes, el Talmud
asegura que el ejército de Bar-Kochba se componía de 200.000
soldados. Esto es sencillamente imposible; pero sigamos. Bar-Kochba
abandonó Jerusalén y se hizo fuerte en la ciudad amurallada de
Bethar, pero la ciudad fue tomada por los romanos tras un asedio
tremendo y toda la población de Bethar asesinada. Esta es al menos
la versión oficial judía. En todas las historias de Roma que hemos
podido consultar, desde la de Gibbon hasta la de Mommsen, el episodio
de la toma de Bethar se le da una importancia mínima, y tengamos en
cuenta que en la batalla de Cannas hubo unos setenta mil muertos y en
la cuenta de Zama —tal vez la victoria más importante de Roma en
su lucha con Cartago— setenta mil. Rarísimo, pues, que
historiadores de la talla de los citados omitan mencionar la toma de
Bethar como una gran victoria... pues gran victoria debía ser
capturar una plaza defendida por 200.000 guerreros a los que hubo que
exterminar en su totalidad. Esto parece casi milagroso que haya sido
unánimemente omitido por la totalidad de los historiadores. Mas
milagroso aún parece que en la pequeña plaza fuerte de Bethar
pudieran cobijarse nada menos que 200.000 guerreros, si tenemos en
cuenta que las dimensiones eran de 600 metros de profundidad por
doscientos de anchura, según fuentes judaicas de indiscutible
calidad. Si la aritmética, no miente, para albergar a 200.000
guerreros, con sus lanzas y corazas, y suponemos que sus escuadrones
de caballería, en un rectángulo de 120.000 metros cuadrados, seria
preciso distribuirlos de manera que tocaran a... 0,6 metros cuadrados
por guerrero. Estamos por creer que la guarnición de Bethar no murió
a causa del ardor bélico de los romanos sino de claustrofobia y
asfixia. Y, no obstante, las citadas fuentes judías, insisten en que
la lucha fue épica y la resistencia heroica. El mismo Bar-Kochba,
era tan fuerte y tan ágil que cogía al vuelo las piedras arrojadas
por las catapultas romanas y las devolvía de un sólo movimiento al
campo de origen. Debieron transcurrir dieciocho siglos para que una
tal proeza fuera repetida por Popeye tras ingurgitar apresuradamente
una ración de espinacas.
Para
terminar con el abracadabrante episodio de la toma de Bethar, muy
seriamente relatado, con pelos y señales, por el Talmud,
mencionaremos que el número de judíos exterminados por los romanos,
queremos suponer que ya no en Bethar, sino en el resto de Palestina,
fue de... ¡40 millones! Repetimos: Cuarenta millones. Y para
ilustrarnos sobre la verosimilitud de la cifra, se asegura que la
sangre de los judíos exterminados llegaba hasta los belfos de los
caballos romanos y se perdía, como un río, en el mar, cuyas aguas
teñía en una extensión de seis kilómetros.
Li anteriormente:
El
Enigma Capitalista (1977)
Los
Crímenes de los «Buenos» (1982)