Erich Ludendorff
Destrucción de la Masonería
mediante la revelación de sus secretos (1927)
Recentemente, no debate político
português, foi lançada uma vaga suspeita sobre a influência
nefasta da maçonaria. Registe-se que, pouco tempo volvido sobre o
facto, foi possível assistir, pelo menos num dos noticiários
televisivos do prime-time, a uma reportagem extensa, que
visava o branqueamento dessa sociedade secreta, para convencer o
espectador de que ali não se passa nada de sinistro, apenas uns
cavalheiros levemente excêntricos que matam o tempo com rituais
bizarros e vestuário ridículo, movidos por nobres intenções e
ideais elevados — um oportuno contributo para amainar o alvoroço
no estábulo.
A moderna maçonaria, dita
“especulativa” (por oposição à “operativa”, que se resumia
a um grémio profissional medieval), nasceu com o iluminismo, com os
objectivos primários de acabar com o “trono e o altar” — ou
seja, depor as monarquias e derrotar o cristianismo. A primeira parte
do plano foi levada a cabo com alguma facilidade e a segunda está em
vias de se cumprir, sendo que os objectivos seguintes já seguem em
bom ritmo. Na verdade, por trás da acentuada decadência que fustiga
o Ocidente estão as receitas cozinhadas por essas lojas, mundo fora.
É igualmente sabido que os graus inferiores da ordem servem de
triagem e avaliação da disponibilidade do aderente em participar no
desenrolar da estratégia, um engano envolvido num manto de
“beneficência” e “humanitarismo”, em que só os graus
cimeiros terão uma perspectiva abrangente dos objectivos finais e da
sua marca satânica.
Erich Ludendorff foi um general alemão,
combatente na Grande Guerra, falecido em 1937, dez anos após a
edição original de Vernichtung der Freimaurerei durch Enthüllung
ihrer Geheimnisse, onde analisa os contornos da maçonaria alemã
de há um século, com base em documentação credível. A tradução
aqui referida, de Erich Müller, foi publicada em Buenos Aires em
1947, e quem se interessa por estes temas pode encontrá-la no
archive.org. Mas, contrariamente ao que sugere o título deste livro,
não basta revelar os segredos da maçonaria, ou a sua ligação
umbilical ao judaísmo, para a destruir; isso tem sido feito
periodicamente, sem quaisquer resultados visíveis. Mais uma vez, o
combate terá de ser cultural: a maçonaria deve ser atacada com os
meios que ela utilizou contra o Ocidente, levá-la a provar do seu
próprio veneno, e assim talvez, um dia, encerre as portas aquela que
também é conhecida por Sinagoga de Satanás.
As citações abaixo seleccionadas
focam-se no dever do silêncio e de obediência absoluta, exigida ao
iniciado sob pena de implacável vingança, o que deve fazer-nos
reflectir quando esta gente fala em “liberdade de consciência”,
ou quando se lhes coloca o dilema entre a rectitude e o juramento
maçónico.
La mentira infame de que
las enseñanzas masónicas elevan espiritualmente al hombre, salta a
la vista cuando se leen los escritos de estos tarados mentales y
morales. Los intelectuales masónicos que desilusionados escribieron
la verdad sobre lo que allí dentro pasaba, fueron infamemente
perseguidos por dicha asociación y hasta por los gobiernos
masónicos. Estos escritos son una muda acusación contra una
asociación que recurre a cualquier medio para llegar al fin y que no
retrocede ante ninguno con tal de que sus manejos queden en la
sombra. Desenmascarar la íntima esencia de que se nutren estos
"internacionalistas" es deber de todo hombre de bien. [...]
Las otras virtudes o sea:
la reserva, la prudencia y la moderación no representan
masónicamente, en realidad ninguna virtud, ya que estas "virtudes"
se cultivan dentro de la asociación para ampararse debidamente de la
justicia, en caso necesario. Esta manifestación se afianza en el
hecho de que jamás debe dirigirse un escrito bajo la dirección
oficial de una logia y que ningún masón debe hacer ante la justicia
manifestaciones de ningún orden sin consultar previamente a las
autoridades de su logia. También es bastante ilustrativo el hecho de
que la masonería cuida de que cualquier "peligro",
es decir, manifestaciones en público sobre ella, lleguen
inmediatamente a su conocimiento para reunirse luego y prepararse
para la defensa.
Obediencia ciega,
aplicación y constancia son las virtudes que complementan a las ya
citadas y que el arte real exige de sus discípulos así como
también, deben cuidarse de las 7 faltas máximas, es decir: de la
imprudencia, inconstancia, temor, obstinación, atrevimiento,
rebeldía y amor propio. Es indudable que para cumplir cierta clase
de órdenes se necesita valor y atrevimiento pero siempre, observando
el debido cuidado, por lo que no debe extrañarnos que se cite al
temor entre las 7 obligaciones máximas del "precavido"
masón. El odio mutuo está prohibido, pues éste podría traer en un
momento de arrebato serias consecuencias a la asociación. [...]
Hombres libres, sinceros,
honrados, altivos, no pueden crear la masonería. Allí los
convierten en hipócritas, mentirosos, esclavos del oscurantismo y en
viles servidores de las mas bajas pasiones. Allí se los envilece
para que así puedan servir mejor a la causa. A tanto llega la
hipocresía de esta gente, que masones que se encuentran fuera de la
logia "no se conocen" y en caso de tenerse que hablar, usan
prudentemente el denominativo "Ud." no "hermano"
como es habitual entre ellos cuando se saben solos. ¿Sobre que base
entonces descansa la amistad entre un no-masón y un masón cuando el
masón debe, delante de su amigo, mentir constantemente, pues no le
está permitido explayarse con nadie que no sea de su laya?
¿Cree sinceramente la
masonería que con procedimientos dignos de forajidos, que usan
contraseñas cabalísticas y palabras hebraicas eleva la condición
espiritual de sus asociados? Poco a poco se dará cuenta el lector de
los resultados perniciosos que sobre el carácter de los masones
ejercen las ceremonias, actos y escenas poco edificantes, como ser:
cámara oscura, vestimenta ridícula, golpes inesperados en la
espalda, golpes en la frente, amenazas con puñal o espada, acostarse
en un sarcófago o simulacro de muerte por la horca, etc., que son
corrientes dentro de las logias y según ellos, necesarias para
llegar a ser un verdadero masón.
Pero esto no es nada
comparado con el efecto que sobre el espíritu del goim tienen
que hacer los juramentos infames que se les exige sobre cumplimiento
de futuras órdenes cuya esencia desconocen en absoluto, órdenes
emanadas de un superior que también desconocen y cuyo
no-cumplimiento puede acarrearles hasta la muerte. La obligada
"obediencia ciega" ante un jefe desconocido y el secreto
que deben guardar sobre todo lo que sucede o se trame en la logia
desde la traición a la Patria hasta el asesinato vil y cobarde, le
da a la masonería ese carácter de asociación al margen
de la ley.
El eterno jurar ahonda aún
más el abismo de la inmoralidad masónica. Repetiremos hasta
el cansancio, que para cooperar a la elevación espiritual no es
necesario fundar una asociación en la que de entrada hay que jurar o
"prometer" (este es el término más reciente) cumplir toda
clase de órdenes sin conocerlas, bajo la amenaza constante de que,
si no se cumplen, se pagará con la vida o con toda clase de
vejaciones que harán esa vida insoportable. El verdadero hombre,
libre y consciente cumplirá sin requisitos desdorosos y vergonzosos
su deber de hombre de bien. Todas sus acciones estarán guiadas por
convencimiento propio, por sentimiento de responsabilidad ante Dios y
la Patria, jamás por el temor. En este sentido se debe educar al
niño, es decir, al hombre del mañana. La educación de ambos sexos
debe descansar en el sentido de la responsabilidad y recién entonces
tendremos seres conscientes que sabrán actuar dentro de la sociedad
humana con honradez y altivez.
Las penas que la justicia
impone y que muchas veces pueden al indeciso traer al buen camino,
son necesarias y justificadas. Pero penas que se imponen por el
no-cumplimiento de órdenes infamantes son un crimen, pues,
desmoralizan y embrutecen, quebrando a la larga cualquier carácter,
por fuerte que sea. Pero si el masón al reaccionar quiere volver
sobre sus pasos, se le trata de perjuro y traidor y será víctima
luego de la venganza ruin de esos tarados morales y mentales. Con
razón dice el ya citado escritor Krause, que: "... ninguna
persona verdaderamente moral promete silenciar lo que desconoce".
[...]
No nos cansaremos de hacer
hincapié en la inmoralidad de los juramentos, inmoralidad que le
hizo escribir a Krause: "Tan bajo puede caer una asociación".
Todo aquello que a este escritor le asqueó e indignó hacen 100 años
atrás, conserva aún hoy su actualidad. Los juramentos son tan
infames como entonces pero el número de masones ha aumentado, lo que
significa, que la desvergüenza, la inmoralidad y el derrumbe moral
de la sociedad humana es cada día mayor y contra esto deben combatir
aquellos que aún tienen sangre en las venas y rubor en el rostro. El
aumento de asociados responde también en parte, a que esta gente
hace creer a los pueblos, que muchos de sus grandes hombres fueron
masones y, como la debilidad humana corre pareja con su
estupidez, todos quieren llegar a ser grandes hombres e ingresan a la
masonería para alcanzar la meta de sus ambiciones desde las
políticas a las mercantilistas. Poca distancia hay, entre las unas y
las otras.
Una de las
características que impera dentro de esa asociación, es la campaña
antirracial que se pregona y se ejecuta. El judío, consciente
conservador de su pueblo, destruye en el goim
el concepto de su raza. Comienza por calumniar a los grandes
antepasados del pueblo que quieren dominar (siempre que estos no
hayan sido masones), para crearles así un complejo de inferioridad y
cuando ha conseguido alejar al nativo de lo propio, infiltra poco a
poco su veneno, para lo cual, no le bastarán diarios, revistas,
radios y toda clase de propaganda, cuyos dirigentes, tan rastreros
como ellos, se brindan incondicionalmente para hacer obra de
descastización y desvirilación de su propio pueblo.