28 de xullo de 2024

El Último Exorcista


Gabriele Amorth
El Último Exorcista (2012)

Com o subtítulo Mi batalla contra Satanás, El Último Exorcista é um dos vários livros que o padre Gabriele Amorth escreveu sobre o mesmo tema, desde Un esorcista racconta, de 1991. O seu trabalho em demonologia valeu-lhe o reconhecimento geral e, em 1985, foi oficialmente nomeado exorcista pela Diocese de Roma.
Ainda assim, este livro, escrito com a colaboração do jornalista Paolo Rodari, destina-se não a repetir, mas a complementar quanto já foi dito em livros anteriores, conforme se afirma no Prólogo. Numa época em que algumas correntes no interior da própria Igreja Católica desvalorizam – quando não refutam liminarmente – a existência de Satanás, este livro, pelo seu testemunho arrepiante, vem-nos recordar que a luta contra o Mal é uma constante de todos os tempos. E que a maior mentira do demónio é, precisamente, fazer-nos acreditar que ele não existe.

Si a estas dos grandes carencias, de estudio y de experiencia directa, añadimos los errores doctrinales de tantos teólogos o biblistas que llegan incluso a negar los exorcismos del Evangelio, considerándolos «lenguaje cultural», «adaptación a la mentalidad de la época», entendemos bien en qué abismo nos encontramos. Es verdad que contra estos errores se ha levantado la voz de los Pontífices, sobre todo de Pablo VI y Juan Pablo II, y hoy también la voz de Benedicto XVI; es verdad que la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el 26 de junio de 1975, incluyéndolo en los documentos oficiales de la Santa Sede, un documento dedicado a la demonología, pero todo esto no basta. La incredulidad acerca de la existencia de Satanás se ha difundido y no le permite a la gente defenderse del enemigo, salvarse de sus garras infernales.
Una gran culpa en la Iglesia católica la tienen los obispos. ¿No les corresponde acaso nombrar en las propias diócesis al menos un exorcista? Sí, a ellos les toca. Pero con frecuencia no hacen nada. ¿Por qué? Porque son ignorantes en la materia. Porque no han estudiado. Porque no creen hasta el fondo lo que está escrito en el Evangelio, pero sobre todo porque, lamento decirlo, no han asistido nunca a un exorcismo. No lo entiendo: a los aspirantes a médico, aunque lleguen o no a ser cirujanos, se les hace asistir a operaciones quirúrgicas. ¿Por qué con los seminaristas las facultades teológicas no adoptan el mismo método? ¡Que los hagan asistir a exorcismos! No importa si después no se convierten en exorcistas. Por lo menos ven y se dan cuenta de lo que es una posesión, de cuánto mal puede hacer el diablo, un mal que puede llevar a la muerte. Es difícil creer en la existencia de Satanás si jamás se ha asistido a un exorcismo. Añado también que este abandono de tres siglos de la práctica de los exorcismos ha producido el efecto de que a los ojos de muchos los mismos exorcismos parezcan algo abominable, monstruoso, a los que se ha de recurrir absolutamente lo menos que se pueda, o mejor aún si no se hacen nunca.
Hoy en la Iglesia latina encontrar un exorcista es difícil. Solo en Italia se ha hecho algo. La mayoría de las demás naciones, por desgracia, no tienen exorcistas. Por eso la gente busca magos, cartománticos y a menudo satánicos. La Iglesia católica duerme, pero debería saber que Satanás no duerme nunca. Siempre está despierto, vigilante, preparado para atacar.

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