4 de xullo de 2024

Retorno de las Estrellas


Stanislaw Lem
Retorno de las Estrellas (1961)

Hal Bregg é um dos pilotos da Prometeo, um dos sobreviventes da expedição ao sistema de Fomalhaut, a 23 anos-luz da Terra, de regresso ao final de 10 anos de viagem. Contudo, devido aos esperados efeitos da relatividade sobre viagens interestelares a alta velocidade, na Terra passaram-se 127 anos; à sua idade biológica de 40 anos correspondem agora 157 anos reais. A adaptação à sociedade é preparada por uma instituição na Lua mas, logo no início do livro, Bregg arrisca voltar quanto antes à sua cidade natal, agora completamente irreconhecível. Com enormes dificuldades de adaptação a um mundo desconhecido – em duas ocasiões afirma que se sente como um homem de Neandertal – Bregg descobre, às próprias custas, que além do salto tecnológico, existe igualmente uma nova humanidade servida por autómatos, branda e avessa ao risco, resultado de um programa de “vacinação” patrocinado pela ONU e destinado a intervir sobre o comportamento, uma sociedade de lazer e entretenimento onde quase tudo é gratuito, com valores profundamente transformados, na qual a própria exploração espacial deixou de ter qualquer importância.
Este “Regresso das Estrelas”, narrado na primeira pessoa, é, assim, uma história de profunda solidão e inadaptação, primeiro no espaço (alguns episódios da viagem são descritos em flash-back) e depois entre os seus próprios semelhantes.

—¿Quiere decir que tengo el aspecto de un... anciano?
—De un anciano, no, más bien de un atleta..., pero al fin y al cabo, no se pasea desnudo. En especial cuando está sentado, su aspecto es..., bueno, una persona corriente le tomará por un anciano rejuvenecido. Rejuvenecido por una operación hormonal o algo similar.
—¡Qué se le va a hacer! —concluí.
Ignoraba por qué me sentía tan fatal bajo su mirada serena. Se quitó las gafas y las dejó sobre el escritorio. Tenía los ojos azules y un poco llorosos.
—Hay muchas cosas que no comprende, Bregg. Si tuviera que continuar siendo un asceta hasta el fin de su vida, tal vez su «¡qué se le va a hacer!» vendría a cuento, pero... esta sociedad a la que ha regresado no siente ningún entusiasmo hacia aquello por lo que usted ha sacrificado algo más que su vida.
—No hable así, doctor.
—Digo lo que pienso. Sacrificar la propia vida... ¿qué más da? La gente lo ha hecho durante siglos..., pero renunciar a todos los amigos, a los padres, parientes, conocidos, y a las mujeres... ¡Porque usted ha renunciado a ellas, Bregg!
—Doctor...
La palabra casi se me atragantó. Me apoyé con los codos sobre el viejo escritorio.
—Excluyendo a un puñado de profesionales, esto no importa a nadie, Bregg. ¿Lo sabe?
—Sí. Me lo dijeron en la Luna..., sólo que... lo expresaron con más suavidad.
Ambos guardamos silencio durante un rato.
—La sociedad a la cual ha vuelto está estabilizada. Vive tranquila. ¿Comprende? El romanticismo de los primeros vuelos espaciales ya ha pasado. Es casi una analogía de la historia de Colón. Su expedición fue algo extraordinario, pero ¿quién se interesó doscientos años después de él por los capitanes de veleros? Sobre el regreso de usted hubo una noticia de dos líneas en el real.
—Doctor, esto no significa nada.
Su compasión empezaba a ofenderme más que la indiferencia de los otros. Pero esto no podía decírselo.
—Ya lo creo que sí, Bregg, aunque usted no quiera reconocerlo. Si se tratara de otra persona, me callaría, pero a usted debo decirle la verdad. Está solo. El nombre no puede vivir solo. Sus intereses, todo aquello con lo que ha regresado, forman una pequeña isla en un océano de ignorancia. Dudo que haya muchas personas a quienes apetezca escuchar lo que usted puede contarles. Yo pertenezco a ellas, pero tengo ochenta y nueve años...


Li anteriormente:
Solaris (1961)
A Nave Invencível (1964)

Ningún comentario:

Publicar un comentario