El Libro de
Arena (1975)
El libro de
arena é outra antologia de contos de Jorge Luis Borges.
Integram-na 13 contos e um Epílogo no qual o autor diz, com alguma
razão, que prologar contos ainda não lidos é uma tarefa
impossível, porque leva à análise de enredos que não convém
antecipar, e assim justifica a sua opção por este desfecho.
O imaginário
destes contos não se afasta muito dos livros anteriores, dir-se-ia
que há uma certa insistência em temas insólitos. Destacam-se
talvez o primeiro conto, El otro, onde o autor se encontra
consigo próprio quando jovem; El Congreso, a história de uma
organização que pretende representar o mundo inteiro, e procura
reunir a informação necessária a esse fim, mas sucumbe perante o
gigantismo do propósito; There are more things, às voltas
com uma casa estranha, entre o fantástico e o suspense, dedicada a
H. P. Lovecraft; Utopía de un hombre que está cansado, a
descrição de um futuro inesperado, e El libro de arena,
acerca de um velho livro de qualidades mágicas, infinito, que o
possuidor acaba por reconhecer como monstruoso e do qual se quer
desfazer a todo o custo. O excerto que se segue é de There are
more things.
Repetidas
veces me dije que no hay otro enigma que el tiempo, esa infinita
urdimbre del ayer, del hoy, del porvenir, del siempre y del nunca.
Esas profundas reflexiones resultaron inútiles; tras de consagrar la
tarde al estudio de Schopenhauer o de Royce, yo rondaba, noche tras
noche, por los caminos de tierra que cercan la Casa Colorada. Algunas
veces divisé arriba una luz muy blanca; otras creí oír un gemido.
Así hasta el diecinueve de enero.
Fue
uno de esos días de Buenos Aires en el que el hombre se siente no
sólo maltratado y ultrajado por el verano, sino hasta envilecido.
Serían las once de la noche cuando se desplomó la tormenta. Primero
el viento sur y después el agua a raudales. Erré buscando un árbol.
A la brusca luz de un relámpago me hallé a unos pasos de la verja.
No sé si con temor o con esperanza probé el portón.
Inesperadamente, cedió. Avancé empujado por la tormenta. El cielo y
la tierra me conminaban. También la puerta de la casa estaba a medio
abrir. Una racha de lluvia me azotó la cara y entré.
Adentro
habían levantado las baldosas y pisé pasto desgreñado. Un olor
dulce y nauseabundo penetraba la casa. A izquierda o a derecha, no sé
muy bien, tropecé con una rampa de piedra. Apresuradamente subí.
Casi sin proponérmelo hice girar la llave de la luz.
El
comedor y la biblioteca de mis recuerdos eran ahora, derribada la
pared medianera, una sola gran pieza desmantelada, con uno que otro
mueble. No trataré de describirlos, porque no estoy seguro de
haberlos visto, pese a la despiadada luz blanca. Me explicaré. Para
ver una cosa hay que comprenderla. El sillón presupone el cuerpo
humano, sus articulaciones y partes; las tijeras, el acto de cortar.
¿Qué decir de una lámpara o de un vehículo? El salvaje no puede
percibir la biblia del misionero; el pasajero no ve el mismo cordaje
que los hombres de a bordo. Si viéramos realmente el universo, tal
vez lo entenderíamos.
Li
anteriormente:
El
Informe de Brodie (1970)
Ficciones
(1944/1956)
El
Aleph (1949/1952)
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