Eduardo Mendoza
La Aventura del Tocador de Señoras
(2001)
La Aventura del Tocador de Señoras
(A Aventura do Cabeleireiro de Senhoras) é a terceira novela
protagonizada pelo detective anónimo, seguindo-se a O Mistério
da Cripta Assombrada e O Labirinto das Azeitonas. Passada
em meados dos anos 90 (e aproveitando, de passagem, para fazer uma
crítica mordaz ao aparente desenvolvimento material de Barcelona),
muitos anos depois das duas primeiras histórias, reencontramos o
nosso herói no momento em que é expulso do manicómio, dado como
curado às pressas, tal como todos os outros residentes, uma vez que
o edifício vai ser demolido para dar lugar a um centro comercial e
blocos para habitação. Depois de encontrar um emprego como
cabeleireiro, inicia-se a sua nova aventura.
Ao longo da história reencontramos os
velhos conhecidos doutor Sugrañes, Cándida e o comissário Flores,
a quem o tempo proporcionou grandes mudanças, ao contrário do
herói, a quem não notamos grandes alterações, reconhecendo-lhe
alguns dos habituais tiques, e outras novas preferências. Com uma
linha de pensamento inteligente, um discurso de pendor erudito, o
herói faz-nos pensar muitas vezes onde se traçará a linha que
divide a sanidade da insanidade. Como ele afirma em determinado ponto
«Quem não teve, como eu, o privilégio de passar uma boa parte da
sua vida num manicómio, talvez ignore esta grande verdade: todos os
que ali estão encerrados apercebem-se claramente da loucura dos
outros, mas nenhum da própria.»
Cañuto era un hombre de mediana edad,
tirando a viejo. En los años 70 (de nuestra era) había robado
varios bancos. No bancos de sentarse, sino oficinas bancarias.
Operaba solo, con una media en la cabeza y la otra en el bolsillo
(por si acaso), una pistola de juguete y una bomba de verdad. Él
decía que era una bomba atómica. A tanto no llegaba, pero de todas
formas le daban el dinero sin rechistar. Cuando el robo había sido
perpetrado, Cañuto se quitaba la media, pronunciaba unas palabras
adecuadas a la ocasión y se iba caminando por la acera. Lo curioso
es que tardaron mucho en capturarlo. En su modesta vivienda
encontraron la totalidad del dinero robado. No se había gastado ni
una peseta y vivía de la caridad pública. Cuando finalmente lo
llevaron a juicio, la galopante inflación de aquellos años
convulsos había reducido el monto de sus fechorías a una cifra
irrisoria. El abogado defensor de Cañuto mostró al tribunal una
entrada de cine cuyo precio superaba lo que en tiempos de Cañuto
había sido una fortuna. Lo habrían absuelto y puesto de nuevo en la
calle si Cañuto no se hubiera empeñado en decir que sus atracos
formaban parte de un plan mundial para sembrar el caos, y del cual
él, Cañuto, era sólo la punta del iceberg, a la que, por otra
parte, se empeñaba en llamar la punta del nabo. Por no saber qué
pena imponerle, lo enviaron al manicomio, donde gozaba de justa fama
de hombre metódico, riguroso, muy versado en cuestiones bursátiles,
y donde yo lo conocí y traté.
Li anteriormente:
El Laberinto de las
Aceitunas (1982)
El Misterio de la
Cripta Embrujada (1979)
Tres Vidas de Santos (2009)
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