4 de xuño de 2024

El Mito del Siglo XX


Alfred Rosenberg
El Mito del Siglo XX (1930)

O Mito do Século XX é frequentemente considerado, ao lado de Mein Kampf, como um dos pilares da ideologia nacional-socialista – apesar de Rosenberg sublinhar, num dos prólogos, que o livro reflecte uma posição pessoal e não programática. Se Mein Kampf junta um pouco da história do movimento ao projecto do programa político, dentro do seu contexto histórico, O Mito do Século XX inscreve-se maioritariamente no campo da filosofia.
Alfred Rosenberg interessa-se, sobretudo, em analisar antropologicamente a passagem dos povos ários pela História, nos seus triunfos e nas suas derrotas, na arte, na estética e na religião, a partir de uma perspectiva racial, e projectar daí o seu futuro. Identifica um quadro de valores intrínseco e constante – honra, dever, justiça, liberdade – que tem moldado o período formativo e criativo das civilizações de origem indo-europeias, e como a sua decadência e ruína tem estado associada à miscigenação, à erosão das suas características como raça e povo, à infiltração de valores individualistas ou universalistas – como sucedeu na Índia, na Pérsia, na Grécia e em Roma. Naquele momento histórico do pós-guerra, Rosenberg vê a oportunidade para um novo renascimento germânico na Europa, com a tomada de consciência generalizada da importância do sangue e da sua preservação (em 1937 este livro já tinha atingido a tiragem de 500 mil exemplares). Esse era o mito fundacional para o novo século, aplicável tanto aos europeus como às outras raças: o que é estranho deve ser segregado e, se necessário, vencido – não porque seja seja “falso” ou “mau” em si, mas porque, sendo estranho, destrói a estrutura interna do próprio ser. O nacional-socialismo tem sido acusado de uma obsessão materialista com a raça, mas essa conclusão parece superficial, a avaliar pelo conteúdo deste livro. Em parte alguma se trata de fazer um “apuramento”, como na pecuária, mas a salvaguarda da identidade pelo único meio que lhe garante a continuidade histórica e a liberdade para existir como povo.

Y después de una retrospección desde el más lejano pasado hasta la mas reciente actualidad se extiende ante nuestra mirada la siguiente multiformidad de la fuerza creativa nórdica: la India aria brindó al mundo una metafísica que en cuanto a profundidad hoy aún no ha sido alcanzada; la Persia aria nos creó el mito religioso, de cuya fuerza nosotros todos todavía hoy nos nutrimos; la Hélade dórica imaginó soñando la belleza en este mundo, como nunca más fue realizada dentro de la perfección que descansa en sí misma, que tenemos ante nosotros; la Roma itálica nos mostró la disciplina estatal formal como ejemplo, de qué manera una colectividad humana amenazada debe estructurarse y defenderse. Y la Europa germánica obsequió al mundo con el más luminoso ideal de la humanidad: con el mensaje del valor del carácter como fundamento de toda cultura, con el cantar de los cantares a los más altos valores del ser nórdico, a la idea de la libertad de conciencia y del honor. Por ella se luchó en todas los campos de batalla, en todos los gabinetes de eruditos, y si esta idea no triunfa en la venidera gran lucha, el Poniente y su sangre sucumbirá así como la India y la Hélade desaparecieron antaño para siempre en el caos.
[...]
Cada raza tiene su alma, cada alma su raza, su propia arquitectónica interna y exterior, su forma aparente y el gesto de su estilo de vida característicos, una relación privativa de ella entre las fuerzas de la voluntad y de la razón. Cada raza desarrolla en último término solamente un ideal máximo. Si éste es transformado o hasta destronado por otros sistemas de selección (Zuchtsysteme), por infiltración preponderante de sangre extraña e ideas extrañas, la consecuencia de este cambio interior está caracterizada exteriormente por un caos, por épocas de catástrofes. Pues un valor máximo exige una agrupamiento determinado condicionado por él, de los otros mandamientos de la vida, es decir, él determina el estilo de la existencia de una raza, de un grupo de pueblos emparentados con esa nación. Su eliminación significa, por tanto, la disolución de la totalidad del estado de tensión interior orgánico-creativo.
Después de tales catástrofes puede suceder que las fuerzas del alma se agrupen de nuevo alrededor del viejo centro y den a luz, bajo nuevas condiciones, también una nueva forma de existencia. Ya sea después de una victoria definitiva sobre los valores extraños que por un tiempo habían irrumpido, ya sea después de tolerar un segundo centro de cristalización a su lado. Pero una yuxtaposición en el espacio y en el tiempo de dos o más concepciones del mundo referidas a distintos valores máximos, de las que han de participar los mismos seres humanos, significa una solución intermedia que augura infortunio, que lleva en sí el germen de un nuevo derrumbe. Si el sistema intruso logra debilitar la fe en las antiguas ideas y también corromper físicamente y subyugar al portador de estas ideas, es decir, a las razas y los pueblos, entonces esto significa la muerte de un alma cultural, que luego desaparece también en su encarnación exterior de la superficie de la tierra.

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