Adolfo Bioy Casares
La Invención de Morel (1940)
Narrado na primeira pessoa por um
condenado a prisão perpétua que procurou refúgio numa pequena ilha
isolada e mal afamada - abandonada anos antes mas onde persistem as
construções em perfeito estado (o chamado museu, a capela e outras
edificações subsidiárias, e, até, energia eléctrica) -, a sua
paz é perturbada pela chegada de um grupo de intrusos, que o forçam
a ocultar-se. Vigiando-os à distância, acaba por apaixonar-se por
Faustine, uma das mulheres do grupo. Aproximando-se dela e
falando-lhe, ela ignora-o completamente, tal como as outras pessoas
do grupo, quando as circunstâncias o forçam a denunciar a sua
presença. Entretanto, ele vê no céu dois sois e duas luas,
enquanto vai dando conta da duplicação de outros objectos e
situações... Quanto a Morel, um dos intrusos (e como sugere Jorge
Luis Borges no prefácio), não terá sido por acaso que o seu nome
ressoa o de um outro inventor, numa outra ilha: o Doutor Moreau.
Entre los ruidos, empecé
a oír fragmentos de una melodía concisa, muy remota... Dejé de
oírla y pensé que había sido como esas figuras que, según
Leonardo, aparecen cuando miramos un rato las manchas de humedad.
Volvió la música y yo estuve con los ojos nublados, complacido por
su armonía, convulso antes de aterrorizarme del todo. Después de un
rato fui a la ventana. El agua, blanca en el vidrio, sin brillo,
profundamente oscura en el aire, apenas dejaba ver... Tuve una
sorpresa tan grande que no me importó asomarme por la puerta
abierta.
Aquí viven los héroes
del snobismo (o los pensionistas de un manicomio abandonado). Sin
espectadores –o soy el público previsto desde el comienzo–, para
ser originales cruzan el límite de incomodidad soportable, desafían
la muerte. Esto es verídico, no es una invención de mi rencor...
Sacaron el fonógrafo que está en el cuarto verde, contiguo al salón
del acuario, y, mujeres y hombres, sentados en bancos o en el pasto,
conversaban, oían música y bailaban en medio de una tempestad de
agua y viento que amenazaba arrancar todos los árboles.
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