Álvaro Cunqueiro
Merlín y Familia (1955)
Organizado como um livro de contos (o
original galego intitula-se Merlín e familia i outras historias),
a primeira parte do livro é passada na segunda metade do século
XVIII, em Miranda, algures na Galiza. Pela casa de Merlín passam as
mais diversas personagens, vindas de terras distantes, em busca da
resolução das suas tribulações com o sobrenatural. Assim,
demónios, gnomos, sereias, encantamentos, magias e outras
singularidades conexas fazem, com toda naturalidade, parte do
quotidiano desta gente, tal como ele é visto pelos olhos de Felipe
de Amanda, o jovem pajem do mago.
Na segunda e terceira partes,
decorridas anos depois (embora o tempo não seja aqui propriamente
linear), já com Merlín ausente, encontramos Felipe a trabalhar como
barqueiro em Pacios, no caminho de Santiago, onde ouve as histórias
dos viajantes que ali passam, continuando os prodígios e os
acontecimentos bizarros. Entre estas histórias há uma versão de
Paulo e Virgínia, bem como o relato da vida de Merlín,
prévia à sua chegada a Miranda, excluindo a sua passagem pela corte
do Rei Artur porque, como se explica, isso consta dos livros de
História que se lêem nas escolas.
Creo que no comí aquel
día, de tan vagante y temeroso como andaba, y la señora Marcelina
me quería sonsacar, y yo callaba, o sacaba otra conversa.
En limpiar el horno,
soltar una hora los perros en el soto por culpa de un zorro que nos
venía a las gallinas, y echarle un remiendo de latón a una zueca
pasó la tarde, y hubo de merienda migas de manteca con huevos, y en
anocheciendo, como tenía ordenado, me fui a presentar a don Merlín,
que estaba vestido de cazador.
– El encanto que tiene
doña Simona –me explicó mi amo–, es de los que se hacen la
noche de San Juan, y solamente duran un año; son embrujos pequeños,
casi siempre puestos por demonios fornicadores. El demonio que la
embrujó ha de volver esta noche, que es tan sonada en el mundo, y ya
tengo todo preparado para cazarlo en su intento y azuzarlo por la
fraga abajo.
– ¿Y no lo podríamos
matar? –pregunté yo, echándomelas de valiente.
– Tanto da, que hasta el
fin del mundo, el número de demonios ha de ser siempre el mismo.
Li anteriormente:
Las Crónicas del Sochantre (1956)
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