Conversación
en La Catedral (1969)
A Catedral do
título é o nome de uma tasca onde Santiago Zavala, jornalista, e
Ambrosio, antigo motorista do pai de Santiago, passam uma tarde de
conversa depois de um reencontro inesperado, anos depois de se terem
visto pela última vez. Nessa conversa rememoram-se os anos passados,
as voltas de uma vida que levaram ao tempo presente, num confronto de
experiências que complementam as perspectivas pessoais das situações
vividas. A obra, que tem por pano de fundo o ochenio de Manuel
Odría, regime militar que durou de 1948 a 1956, sem pretender ser um
romance histórico permite algum paralelismo entre algumas
personagens e os seus equivalentes reais; a “conversa”, no
entanto, tem lugar já depois do fim deste regime.
No prólogo, diz
o autor que foi a obra que lhe deu mais trabalho e, se só pudesse
salvar do fogo uma delas, esta seria a escolhida. Na verdade, tem
algumas particularidades de escrita, como diálogos simultâneos e
justaposições de cenas que surgem paralelamente, e encaixam muito
bem sem perder o fio narrativo; além disso toda a história decorre
em grandes planos narrativos, não lineares na sua sequência, mas
que vão fazendo luz sobre o que se leu anteriormente.
Unos
minutos después vio entrar a Jacobo y Aída de la mano. Ya no un
gusanito ni una culebra ni un cuchillo, un alfiler que hincaba y se
esfumaba. Los vio cuchicheándose junto a los añosos estantes y vio
el abandono y la alegría de la cara de Jacobo y los vio soltarse
cuando Matías se les acercó y vio que desaparecía la sonrisa de
Jacobo y aparecía la concentración ceñuda, la abstracta seriedad,
la cara que mostraba al mundo desde hacía algunos meses. Llevaba el
terno café que ahora se cambiaba rara vez, la camisa arrugada, la
corbata con el nudo flojo. Le ha dado por disfrazarse de proletario
bromeaba Washington, piensa, se afeitaba una vez por semana y no se
lustraba los zapatos, un día de estos Aída lo va a dejar se reía
Solórzano.
—Tanto
misterio porque ese día íbamos a dejar de jugar —dijo Santiago—.
Iba a empezar la cosa en serio, Carlitos.
Había
sido al comenzar ese tercer año en San Marcos, Zavalita, entre el
descubrimiento de Cahuide y ese día. De las lecturas y discusiones a
la distribución de hojitas a mimeógrafo en la Universidad, de la
pensión de la sorda a la casita del Rímac a la librería de Matías,
de los juegos peligrosos al peligro de verdad: ese día. No habían
vuelto a juntarse los dos círculos, sólo veía a Jacobo y a Aída
en San Marcos, había otros círculos funcionando pero si se lo
preguntaban a Washington respondía en boca cerrada no entran moscas
y se reía. Una mañana los llamó: a tal hora, en tal parte, sólo
ellos tres. Iban a conocer a uno de Cahuide, que le plantearan las
preguntas que quisieran, las dudas que tuvieran, piensa esa noche
tampoco dormí. A ratos Matías alzaba la vista desde el patio y les
sonreía, en la habitación del fondo ellos fumaban, hojeaban las
revistas; miraban constantemente el zaguán y la calle.
—Nos
citó a las nueve y son nueve y media —dijo Jacobo—. A lo mejor
no vendrá.
—Aída
cambió mucho apenas estuvo con Jacobo —dijo Santiago. Bromeaba, se
la veía contenta. En cambio él se puso serio y dejó de peinarse y
de cambiarse. No se reía con Aída si alguien lo veía, casi no le
dirigía la palabra delante de nosotros. Tenía vergüenza de ser
feliz, Carlitos.
Li
anteriormente:
Los Jefes (1959)
Lituma nos Andes (1993)
A Guerra do Fim do Mundo (1981)
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