José María Pérez
Esperando al Rey (2014)
Numa noite de Inverno, tive a sorte de
assistir a um documentário da TVE online sobre a catedral de Burgos.
Tratava-se do início de uma série, em sete episódios, La Luz y
el Misterio de las Catedrales, dedicada às catedrais góticas
espanholas, que acompanhei semanalmente. Era apresentada por José
María Pérez, arquitecto e desenhista (conhecido como «Peridis»,
publicou uma tira diária no El País de 1976 a 2011), cujo
dom da palavra e capacidade comunicativa me fez lembrar o saudoso
José Hermano Saraiva. Depois descobri que, anos antes, tinha
apresentado uma outra série, Las Claves del Románico, muito
mais extensa, com 33 episódios emitidos em três temporadas entre
2002 e 2007, que dão um panorama muito pormenorizado dos monumentos
românicos no país vizinho, acompanhado de paisagens impressionantes
e das necessárias explicações sobre o contexto histórico. Também
os visionei a todos e recomendo-os vivamente – basta ir à página
da TVE, ambas as séries estão disponíveis em streaming.
José María Pérez esteve na origem da
Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, e, entre
os seus muito projectos culturais destaca-se a Enciclopedia del
Románico en la Península Ibérica (leia-se Espanha). Não será
portanto uma surpresa que, nesta sua primeira incursão pela
literatura, tenha escolhido por tema e cenário a época histórica
na qual se especializou, com este Esperando al Rey, vencedor
do Prémio Afonso X o Sábio de Novela Histórica em 2014.
Passado entre 1141 e 1180, o enredo
centra-se basicamente na condessa Teresa Fernandes de Trava, filha de
Teresa de Leão e de Fernão Peres de Trava (o que faz dela meia-irmã
de Afonso Henriques – nesta época, todos os soberanos dos reinos
peninsulares eram irmãos, primos ou de parentesco muito próximo),
desde a sua infância até à vida adulta. Acompanha-se o final do
reinado de Afonso VII de Leão e Castela, a divisão do seu reino
pelos filhos Fernando II de Leão e Sancho III de Castela (uma vez
mais se manifestou essa incompreensível e tão espanhola tendência
à dispersão). Com a morte prematura de Sancho III e a passagem do
título ao seu filho Afonso VIII, com apenas três anos de idade, os
onze anos seguintes acompanham a regência até à maioridade do rei,
coroado aos 14 anos. O regente de Castela era, nessa altura, Nuno
Peres de Lara, casado com Teresa que, após a sua morte, se casou em
segundas núpcias com Fernando II. Sobre este pano de fundo
espraia-se uma narrativa viva e fluida acerca da vida medieval nesta
parte da Hispânia, com um enfoque muito particular no surto românico
– as obras da catedral de Santiago de Compostela servem algumas
vezes de cenário –, e o seu enquadramento na sociedade de então.
Después de que el
legado del papa terminara su predicación al grito de «¡Dios lo
quiere!», se levantó vacilante el emperador.
—En nombre de Dios
Todopoderoso —declaró solemnemente—, que ha creado todo lo que
vemos y no vemos, yo, Alfonso, emperador de toda Hispania, os pongo a
todos vosotros como testigos para que, cuando yo falte, se repartan
los reinos que me pertenecen del siguiente modo: a mi hijo
primogénito Sancho le corresponde....
Por un instante le pasaron
por la cabeza todos los avatares del reino y las dudas se le
agarraban a la garganta. «Sancho es prudente y diplomático, pero es
enfermizo, tiene mal de estómago y no termina de curar un catarro
cuando otro le sobreviene. Fernando es atolondrado. Primero se lanza
y luego lo piensa... o no lo piensa y se olvida y a otra cosa. Si
Fernando tuviera la sensatez y la prudencia de Sancho o Sancho la
valentía y la fortaleza de Fernando, de cualquiera de ellos
sacábamos un magnífico sucesor. Dividir el reino, tal y como me
aconsejaron los condes Manrique de Lara y Fernando de Traba, me
pareció lo más conveniente entonces, pero ahora que nos atacan los
almohades... no sé qué pasará cuando yo falte. Si no le dejara el
reino de León, sería capaz de matar a Sancho y se quedaría con
todo como el abuelo».
La emoción le ahogaba,
tenía la garganta reseca y las toses que ensayaba no le libraron de
la afonía. Como los murmullos llegaban de todos los rincones de la
basílica, pasó el documento al canciller y le señaló por gestos
que leyera bien alto para que nadie tuviera dudas de cuáles eran sus
designios.
—Con la venia del
emperador: «A mi hijo primogénito Sancho le corresponde toda
Castilla con las villas de Segovia y Ávila y todas las tierras al
sur del Duero, y todas las villas, castillos y tierras que están
detrás de la sierra y también el reino de Toledo... Y además, la
Tierra de Campos hasta Sahagún».
—Esto no era lo que yo
esperaba —murmuró entre dientes Fernando con un gesto de
contrariedad que no pudo disimular—. De un plumazo ha regalado el
pan de mi reino al imbécil de mi hermano.
—«Y a mi hijo el rey
don Fernando —continuó el canciller— le asigno Asturias y toda
Galicia, Zamora, Toro y todo el reino de León».
Sancho, que se había
quedado sin la mitad de la herencia que le correspondía como
primogénito, tampoco estaba satisfecho a pesar del regalo del
granero del reino, pero se consoló al ver la cara de estupefacción
de su hermano.
Pero la frontera entre los
reinos de León y de Castilla, llana y sin ríos o cordilleras que la
delimitasen, era de difícil trazado. Nada se decía del reparto de
las tierras de infieles que se conquistaran en el futuro. Y este
podía ser un motivo más de fricciones entre los reinos.
Ningún comentario:
Publicar un comentario