22 de febreiro de 2020

Destrucción de la Masonería mediante la revelación de sus secretos


Erich Ludendorff
Destrucción de la Masonería mediante la revelación de sus secretos (1927)

Recentemente, no debate político português, foi lançada uma vaga suspeita sobre a influência nefasta da maçonaria. Registe-se que, pouco tempo volvido sobre o facto, foi possível assistir, pelo menos num dos noticiários televisivos do prime-time, a uma reportagem extensa, que visava o branqueamento dessa sociedade secreta, para convencer o espectador de que ali não se passa nada de sinistro, apenas uns cavalheiros levemente excêntricos que matam o tempo com rituais bizarros e vestuário ridículo, movidos por nobres intenções e ideais elevados — um oportuno contributo para amainar o alvoroço no estábulo.
A moderna maçonaria, dita “especulativa” (por oposição à “operativa”, que se resumia a um grémio profissional medieval), nasceu com o iluminismo, com os objectivos primários de acabar com o “trono e o altar” — ou seja, depor as monarquias e derrotar o cristianismo. A primeira parte do plano foi levada a cabo com alguma facilidade e a segunda está em vias de se cumprir, sendo que os objectivos seguintes já seguem em bom ritmo. Na verdade, por trás da acentuada decadência que fustiga o Ocidente estão as receitas cozinhadas por essas lojas, mundo fora. É igualmente sabido que os graus inferiores da ordem servem de triagem e avaliação da disponibilidade do aderente em participar no desenrolar da estratégia, um engano envolvido num manto de “beneficência” e “humanitarismo”, em que só os graus cimeiros terão uma perspectiva abrangente dos objectivos finais e da sua marca satânica.
Erich Ludendorff foi um general alemão, combatente na Grande Guerra, falecido em 1937, dez anos após a edição original de Vernichtung der Freimaurerei durch Enthüllung ihrer Geheimnisse, onde analisa os contornos da maçonaria alemã de há um século, com base em documentação credível. A tradução aqui referida, de Erich Müller, foi publicada em Buenos Aires em 1947, e quem se interessa por estes temas pode encontrá-la no archive.org. Mas, contrariamente ao que sugere o título deste livro, não basta revelar os segredos da maçonaria, ou a sua ligação umbilical ao judaísmo, para a destruir; isso tem sido feito periodicamente, sem quaisquer resultados visíveis. Mais uma vez, o combate terá de ser cultural: a maçonaria deve ser atacada com os meios que ela utilizou contra o Ocidente, levá-la a provar do seu próprio veneno, e assim talvez, um dia, encerre as portas aquela que também é conhecida por Sinagoga de Satanás.
As citações abaixo seleccionadas focam-se no dever do silêncio e de obediência absoluta, exigida ao iniciado sob pena de implacável vingança, o que deve fazer-nos reflectir quando esta gente fala em “liberdade de consciência”, ou quando se lhes coloca o dilema entre a rectitude e o juramento maçónico.

La mentira infame de que las enseñanzas masónicas elevan espiritualmente al hombre, salta a la vista cuando se leen los escritos de estos tarados mentales y morales. Los intelectuales masónicos que desilusionados escribieron la verdad sobre lo que allí dentro pasaba, fueron infamemente perseguidos por dicha asociación y hasta por los gobiernos masónicos. Estos escritos son una muda acusación contra una asociación que recurre a cualquier medio para llegar al fin y que no retrocede ante ninguno con tal de que sus manejos queden en la sombra. Desenmascarar la íntima esencia de que se nutren estos "internacionalistas" es deber de todo hombre de bien. [...]
Las otras virtudes o sea: la reserva, la prudencia y la moderación no representan masónicamente, en realidad ninguna virtud, ya que estas "virtudes" se cultivan dentro de la asociación para ampararse debidamente de la justicia, en caso necesario. Esta manifestación se afianza en el hecho de que jamás debe dirigirse un escrito bajo la dirección oficial de una logia y que ningún masón debe hacer ante la justicia manifestaciones de ningún orden sin consultar previamente a las autoridades de su logia. También es bastante ilustrativo el hecho de que la masonería cuida de que cualquier "peligro", es decir, manifestaciones en público sobre ella, lleguen inmediatamente a su conocimiento para reunirse luego y prepararse para la defensa.
Obediencia ciega, aplicación y constancia son las virtudes que complementan a las ya citadas y que el arte real exige de sus discípulos así como también, deben cuidarse de las 7 faltas máximas, es decir: de la imprudencia, inconstancia, temor, obstinación, atrevimiento, rebeldía y amor propio. Es indudable que para cumplir cierta clase de órdenes se necesita valor y atrevimiento pero siempre, observando el debido cuidado, por lo que no debe extrañarnos que se cite al temor entre las 7 obligaciones máximas del "precavido" masón. El odio mutuo está prohibido, pues éste podría traer en un momento de arrebato serias consecuencias a la asociación. [...]
Hombres libres, sinceros, honrados, altivos, no pueden crear la masonería. Allí los convierten en hipócritas, mentirosos, esclavos del oscurantismo y en viles servidores de las mas bajas pasiones. Allí se los envilece para que así puedan servir mejor a la causa. A tanto llega la hipocresía de esta gente, que masones que se encuentran fuera de la logia "no se conocen" y en caso de tenerse que hablar, usan prudentemente el denominativo "Ud." no "hermano" como es habitual entre ellos cuando se saben solos. ¿Sobre que base entonces descansa la amistad entre un no-masón y un masón cuando el masón debe, delante de su amigo, mentir constantemente, pues no le está permitido explayarse con nadie que no sea de su laya?
¿Cree sinceramente la masonería que con procedimientos dignos de forajidos, que usan contraseñas cabalísticas y palabras hebraicas eleva la condición espiritual de sus asociados? Poco a poco se dará cuenta el lector de los resultados perniciosos que sobre el carácter de los masones ejercen las ceremonias, actos y escenas poco edificantes, como ser: cámara oscura, vestimenta ridícula, golpes inesperados en la espalda, golpes en la frente, amenazas con puñal o espada, acostarse en un sarcófago o simulacro de muerte por la horca, etc., que son corrientes dentro de las logias y según ellos, necesarias para llegar a ser un verdadero masón.
Pero esto no es nada comparado con el efecto que sobre el espíritu del goim tienen que hacer los juramentos infames que se les exige sobre cumplimiento de futuras órdenes cuya esencia desconocen en absoluto, órdenes emanadas de un superior que también desconocen y cuyo no-cumplimiento puede acarrearles hasta la muerte. La obligada "obediencia ciega" ante un jefe desconocido y el secreto que deben guardar sobre todo lo que sucede o se trame en la logia desde la traición a la Patria hasta el asesinato vil y cobarde, le da a la masonería ese carácter de asociación al margen de la ley.
El eterno jurar ahonda aún más el abismo de la inmoralidad masónica. Repetiremos hasta el cansancio, que para cooperar a la elevación espiritual no es necesario fundar una asociación en la que de entrada hay que jurar o "prometer" (este es el término más reciente) cumplir toda clase de órdenes sin conocerlas, bajo la amenaza constante de que, si no se cumplen, se pagará con la vida o con toda clase de vejaciones que harán esa vida insoportable. El verdadero hombre, libre y consciente cumplirá sin requisitos desdorosos y vergonzosos su deber de hombre de bien. Todas sus acciones estarán guiadas por convencimiento propio, por sentimiento de responsabilidad ante Dios y la Patria, jamás por el temor. En este sentido se debe educar al niño, es decir, al hombre del mañana. La educación de ambos sexos debe descansar en el sentido de la responsabilidad y recién entonces tendremos seres conscientes que sabrán actuar dentro de la sociedad humana con honradez y altivez.
Las penas que la justicia impone y que muchas veces pueden al indeciso traer al buen camino, son necesarias y justificadas. Pero penas que se imponen por el no-cumplimiento de órdenes infamantes son un crimen, pues, desmoralizan y embrutecen, quebrando a la larga cualquier carácter, por fuerte que sea. Pero si el masón al reaccionar quiere volver sobre sus pasos, se le trata de perjuro y traidor y será víctima luego de la venganza ruin de esos tarados morales y mentales. Con razón dice el ya citado escritor Krause, que: "... ninguna persona verdaderamente moral promete silenciar lo que desconoce". [...]
No nos cansaremos de hacer hincapié en la inmoralidad de los juramentos, inmoralidad que le hizo escribir a Krause: "Tan bajo puede caer una asociación". Todo aquello que a este escritor le asqueó e indignó hacen 100 años atrás, conserva aún hoy su actualidad. Los juramentos son tan infames como entonces pero el número de masones ha aumentado, lo que significa, que la desvergüenza, la inmoralidad y el derrumbe moral de la sociedad humana es cada día mayor y contra esto deben combatir aquellos que aún tienen sangre en las venas y rubor en el rostro. El aumento de asociados responde también en parte, a que esta gente hace creer a los pueblos, que muchos de sus grandes hombres fueron masones y, como la debilidad humana corre pareja con su estupidez, todos quieren llegar a ser grandes hombres e ingresan a la masonería para alcanzar la meta de sus ambiciones desde las políticas a las mercantilistas. Poca distancia hay, entre las unas y las otras.
Una de las características que impera dentro de esa asociación, es la campaña antirracial que se pregona y se ejecuta. El judío, consciente conservador de su pueblo, destruye en el goim el concepto de su raza. Comienza por calumniar a los grandes antepasados del pueblo que quieren dominar (siempre que estos no hayan sido masones), para crearles así un complejo de inferioridad y cuando ha conseguido alejar al nativo de lo propio, infiltra poco a poco su veneno, para lo cual, no le bastarán diarios, revistas, radios y toda clase de propaganda, cuyos dirigentes, tan rastreros como ellos, se brindan incondicionalmente para hacer obra de descastización y desvirilación de su propio pueblo.