17 de marzo de 2016

El Sueño de los Héroes


Adolfo Bioy Casares
El Sueño de los Héroes (1954)

Depois de La Invención de Morel, esta é a minha segunda incursão na obra de Bioy Casares.
Trata-se da história de Emilio Gauna, que ganha uma boa maquia nas corridas de cavalos, e decide esbanjar o dinheiro numa farra de três dias de Carnaval. Acompanham-no o seu grupo de jovens amigos, tutelado pelo doutor Valerga, um homem de idade com grande influência sobre eles e, a contragosto, o barbeiro que havia dado a dica para a aposta. Turvado pela embriaguez, na madrugada da terceira noite, Gauna perde o conhecimento e a memória, até despertar no meio de um bosque, levado depois para uma casa de embarcadouro, na margem de um lago, onde é cuidado até recuperar a sobriedade.
Gauna conhece depois Clara, filha do bruxo Taboada, com quem vai desenvolver um lento processo de aproximação que o levará ao casamento. Mas os factos ocorridos na já distante terceira noite de Carnaval tornam-se uma crescente obsessão, uma nostalgia difusa que Gauna quer recuperar. Até que num outro Carnaval, três anos volvidos e a lentidão da narração, até chegar a este ponto, torna-se por vezes exasperante —, Gauna volta a ganhar bom dinheiro, em corridas de cavalos, devido à dica de outro barbeiro. Interpretando isto como um sinal do destino, decide escapar a Clara e reunir novamente o velho grupo de amigos para uma segunda farra de três dias, regressando aos mesmos locais e fazendo o mesmo percurso, na esperança de invocar magicamente o tempo passado e reaver as suas memórias...

El último en entrar fue Gauna. Serafín Taboada le ofreció una mano muy limpia y muy seca. Era un hombre delgado, bajo, de profusa cabellera, de frente alta, huesuda, de ojos hundidos, de prominente nariz rojiza. En el cuarto había muchos libros, un armonio, una mesa, dos sillas; sobre la mesa, un incontenible desorden de libros y de papeles, un cenicero con muchas colillas, una piedra gris que servía de pisapapel. Dos láminas —las efigies de Spencer y de Confucio— colgaban de las paredes. Taboada indicó a Gauna que se sentara; le ofreció un cigarrillo (que no aceptó Gauna) y, después de encender uno, preguntó:
— ¿En qué puedo servirlo?
Gauna pensó un momento. Después respondió:
— En nada. Vine por acompañar a los muchachos.
Taboada arrojó el cigarrillo que había prendido y encendió otro.
— Lo siento —dijo, como si fuera a levantarse y poner fin a la entrevista; siguió sentado y, enigmáticamente, continuó—: Lo siento, porque tenía qué decirle algo. Será otra vez.
— Quién sabe.
— No hay que desesperar. El futuro es un mundo en el que hay de todo.
— ¿Como en la tienda de la esquina? —comentó Gauna—. Es lo que reza en la propaganda, pero, créame, cuando usted pide algo, le contestan que ya no hay más.
Gauna pensó que Taboada era tal vez más hablador que astuto o inteligente. Taboada continuó:
— En el futuro corre, como un río, nuestro destino, según lo dibujamos aquí abajo. En el futuro está todo, porque todo es posible. Allí usted murió la semana pasada y allí está viviendo para siempre. Allí usted se ha convertido en un hombre razonable y también se ha convertido en Valerga.
— No permito que se mofe del doctor.
— No me mofo —contestó brevemente Taboada—, pero quisiera preguntarle algo, si no lo toma a mal: ¿doctor en qué?
— Usted lo sabrá —replicó en el acto Gauna— ya que es brujo.
Taboada sonrió.
— Está bien, muchacho —dijo; luego prosiguió explicando—: si en el futuro no encontramos lo que buscamos, será porque no sabemos buscar. Siempre podemos esperar cualquier cosa.
— Yo no espero mucho —declaró Gauna—. No creo, tampoco, en brujerías.
— Tal vez tenga razón —repuso con tristeza Taboada—. Pero habría que saber lo que usted llama brujería. Le pongo por caso la transmisión del pensamiento. No hay gran mérito, le aseguro, en averiguar lo que piensa un joven enojado y asustadizo.

Li anteriormente:
La Invención de Morel (1940)

Ningún comentario:

Publicar un comentario