1 de novembro de 2016

Esperando al Rey


José María Pérez
Esperando al Rey (2014)

Numa noite de Inverno, tive a sorte de assistir a um documentário da TVE online sobre a catedral de Burgos. Tratava-se do início de uma série, em sete episódios, La Luz y el Misterio de las Catedrales, dedicada às catedrais góticas espanholas, que acompanhei semanalmente. Era apresentada por José María Pérez, arquitecto e desenhista (conhecido como «Peridis», publicou uma tira diária no El País de 1976 a 2011), cujo dom da palavra e capacidade comunicativa me fez lembrar o saudoso José Hermano Saraiva. Depois descobri que, anos antes, tinha apresentado uma outra série, Las Claves del Románico, muito mais extensa, com 33 episódios emitidos em três temporadas entre 2002 e 2007, que dão um panorama muito pormenorizado dos monumentos românicos no país vizinho, acompanhado de paisagens impressionantes e das necessárias explicações sobre o contexto histórico. Também os visionei a todos e recomendo-os vivamente – basta ir à página da TVE, ambas as séries estão disponíveis em streaming.
José María Pérez esteve na origem da Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, e, entre os seus muito projectos culturais destaca-se a Enciclopedia del Románico en la Península Ibérica (leia-se Espanha). Não será portanto uma surpresa que, nesta sua primeira incursão pela literatura, tenha escolhido por tema e cenário a época histórica na qual se especializou, com este Esperando al Rey, vencedor do Prémio Afonso X o Sábio de Novela Histórica em 2014.
Passado entre 1141 e 1180, o enredo centra-se basicamente na condessa Teresa Fernandes de Trava, filha de Teresa de Leão e de Fernão Peres de Trava (o que faz dela meia-irmã de Afonso Henriques – nesta época, todos os soberanos dos reinos peninsulares eram irmãos, primos ou de parentesco muito próximo), desde a sua infância até à vida adulta. Acompanha-se o final do reinado de Afonso VII de Leão e Castela, a divisão do seu reino pelos filhos Fernando II de Leão e Sancho III de Castela (uma vez mais se manifestou essa incompreensível e tão espanhola tendência à dispersão). Com a morte prematura de Sancho III e a passagem do título ao seu filho Afonso VIII, com apenas três anos de idade, os onze anos seguintes acompanham a regência até à maioridade do rei, coroado aos 14 anos. O regente de Castela era, nessa altura, Nuno Peres de Lara, casado com Teresa que, após a sua morte, se casou em segundas núpcias com Fernando II. Sobre este pano de fundo espraia-se uma narrativa viva e fluida acerca da vida medieval nesta parte da Hispânia, com um enfoque muito particular no surto românico – as obras da catedral de Santiago de Compostela servem algumas vezes de cenário –, e o seu enquadramento na sociedade de então.

Después de que el legado del papa terminara su predicación al grito de «¡Dios lo quiere!», se levantó vacilante el emperador.
—En nombre de Dios Todopoderoso —declaró solemnemente—, que ha creado todo lo que vemos y no vemos, yo, Alfonso, emperador de toda Hispania, os pongo a todos vosotros como testigos para que, cuando yo falte, se repartan los reinos que me pertenecen del siguiente modo: a mi hijo primogénito Sancho le corresponde....
Por un instante le pasaron por la cabeza todos los avatares del reino y las dudas se le agarraban a la garganta. «Sancho es prudente y diplomático, pero es enfermizo, tiene mal de estómago y no termina de curar un catarro cuando otro le sobreviene. Fernando es atolondrado. Primero se lanza y luego lo piensa... o no lo piensa y se olvida y a otra cosa. Si Fernando tuviera la sensatez y la prudencia de Sancho o Sancho la valentía y la fortaleza de Fernando, de cualquiera de ellos sacábamos un magnífico sucesor. Dividir el reino, tal y como me aconsejaron los condes Manrique de Lara y Fernando de Traba, me pareció lo más conveniente entonces, pero ahora que nos atacan los almohades... no sé qué pasará cuando yo falte. Si no le dejara el reino de León, sería capaz de matar a Sancho y se quedaría con todo como el abuelo».
La emoción le ahogaba, tenía la garganta reseca y las toses que ensayaba no le libraron de la afonía. Como los murmullos llegaban de todos los rincones de la basílica, pasó el documento al canciller y le señaló por gestos que leyera bien alto para que nadie tuviera dudas de cuáles eran sus designios.
—Con la venia del emperador: «A mi hijo primogénito Sancho le corresponde toda Castilla con las villas de Segovia y Ávila y todas las tierras al sur del Duero, y todas las villas, castillos y tierras que están detrás de la sierra y también el reino de Toledo... Y además, la Tierra de Campos hasta Sahagún».
—Esto no era lo que yo esperaba —murmuró entre dientes Fernando con un gesto de contrariedad que no pudo disimular—. De un plumazo ha regalado el pan de mi reino al imbécil de mi hermano.
—«Y a mi hijo el rey don Fernando —continuó el canciller— le asigno Asturias y toda Galicia, Zamora, Toro y todo el reino de León».
Sancho, que se había quedado sin la mitad de la herencia que le correspondía como primogénito, tampoco estaba satisfecho a pesar del regalo del granero del reino, pero se consoló al ver la cara de estupefacción de su hermano.
Pero la frontera entre los reinos de León y de Castilla, llana y sin ríos o cordilleras que la delimitasen, era de difícil trazado. Nada se decía del reparto de las tierras de infieles que se conquistaran en el futuro. Y este podía ser un motivo más de fricciones entre los reinos.

Ningún comentario:

Publicar un comentario