5 de xaneiro de 2014

Patagonia Express


Luis Sepúlveda
Patagonia Express (1995)

Livro de viagens em vários pontos da América do Sul, que não apenas a Patagónia, de cariz autobiográfico. Se é só a realidade, esta ultrapassa a ficção; ou, para usar um conhecido provérbio italiano, se não é verdade, é bem contado...

Mientras la cocinera calentaba una cacerola con leche, el tipo me observó de arriba abajo y, al hacerlo, sonreía de una manera bastante cínica.
– Ver para creer –dijo soltando una carcajada.
– ¿Le parezco divertido?
– Para ser sincero, me parece mucho más que eso; me parece pendejo.
– Párele, compadre. Yo no lo conozco y usted me insulta. ¿Puedo saber por qué?
– No le digas nada, José. No te metas en líos –aconsejó la cocinera.
– ¡Carajo! Alguien tiene que decírselo.
– Decirme, ¿qué?
Entonces el tipo se incorporó, caminó hasta la puerta, y desde allí me hizo señas para que lo siguiera. Sin salir del estupor miré a la cocinera.
– Vaya con él, patrón. Parece mentira, pero usted no sabe nada de lo que pasa.
Salimos a la fría noche del páramo. Con otro gesto el tipo me indicó que íbamos a la caballeriza. Una vez ahí, me ofreció asiento en un cajón y me alargó una botella.
– Échese un trago. Creo que lo necesita.
Bebí. Sentí que me destrozaba las tripas. Aquello era "puro", el alcohol más fuerte que sueltan los trapiches. Tosí mientras el tipo me daba golpecitos en la espalda.
– Perdone que lo tratara de pendejo, amigo. Es que se lo merece.
– Conforme. ¿Tiene un cigarrillo para pasar el veneno?
De un bolsillo de la camisa sacó dos cigarros largos, me ofreció uno, y al darme fuego me miró a los ojos como se mira a un imbécil.
– Bueno, desembuche de una vez.
– Lo están cebando, amigo. Como a un puerco.
– No le entiendo una palabra.
– ¡Ay, señor, ten piedad de los pendejos! Lo están cebando, amigo, pero no para llevarlo al matadero. Lo van a casar.

Li anteriormente:
Nombre de Torero (1994)
Un Viejo que Leía Novelas de Amor (1989)

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