17 de agosto de 2023

El Misterio del Grial

Julius Evola
El Misterio del Grial (1937)

Desenvolvendo o tema do Graal, Julius Evola propõe um estudo comparativo da literatura medieval a ele dedicada, toda ela produzida num curto espaço de tempo, entre o último quartel do séc. XII e o primeiro quartel do séc. XIII, correspondente ao apogeu da tradição medieval, o período de ouro do gibelinismo, da alta cavalaria, das Cruzadas e dos Templários. Daí retira o fundo comum das propriedades e virtudes do Graal, correspondentes a um percurso iniciático, em que a demanda do Graal será, na essência, um processo interior, sob uma aparência simbólica em alto grau, devedor da religiosidade celta e indo-europeia após o contacto com o cristianismo.

En cuanto a las referencias sobre José de Arimatea, constituyen el componente cristiano, aunque no católico y apostólico, de la saga. José es representado como «noble caballero» pagano llegado a Palestina que, por los servicios que había prestado a Poncio Pilatos durante siete años, obtiene de éste el cadáver de Jesús y recoge la sangre del costado en una copa que, según algunos textos, es el propio Grial. Encarcelado en «una casa parecida a un pilar hueco en medio de un pantano», a José se le aparece el Señor, quien le entrega la copa: y ésta le da luz y vida hasta su liberación, que según algunos textos no se produce hasta cuarenta años después. Todo esto sucede mientras José todavía era pagano. Más tarde, José recibe el bautismo, y el Señor lo consagra primer obispo del cristianismo mediante un óleo que, por otra parte, parece ser el de una consagración real más que sacerdotal. De hecho, este óleo consagrará más tarde a toda la dinastía del rey de Bretaña, hasta Uther Pendragon, padre del rey Arturo. José y los suyos tienen varias aventuras simbólicas, de las que nos ocuparemos, y en las que se repite el tema de la «Isla», antes de pasar a Inglaterra (país que hemos visto que había adoptado el significado de la «Isla Blanca») del modo sobrenatural que hemos explicado. En el Percevalli Gallois se encuentra la importante mención de que, ya antes de la muerte de Jesús, José había estado en la «Isla», adonde se dirigirá luego Parsifal, mientras que Robert de Boron habla también de misteriosos antepasados de José, a los cuales es necesario prestar igualmente servicio para conseguir formar parte de la Orden; la cual, siendo esto así, debía de existir ya antes de Cristo y del cristianismo. [...]

Sin embargo, en su misma forma cristianizada, esta búsqueda es igualmente desconocida en los primeros textos del cristianismo ortodoxo, y la tradición del Grial tiene visiblemente muy poco en común con la apostólico-romana. Sobre el segundo punto, hemos visto ya que el jefe de la estirpe regia del Grial, José de Arimatea, recibe directamente la investidura de manos de Cristo, y su dinastía, esencialmente real, no guarda relación con la Iglesia de Roma, sino que conduce directamente al reino nórdico del rey Arturo, y una de sus ramificaciones, según Wolfram von Eschenbach, desemboca en el reino simbólico del preste Juan, «rey de reyes». En cuanto al primer punto, si bien la literatura eclesiástica conocía ya el personaje de José de Arimatea y su encarcelamiento, no sabe nada del Grial, ni hay antiguos textos bretones (con excepción de uno, y en un solo pasaje, que parece intercalado) en los que José aparezca como apóstol cristiano de Inglaterra.

[...]

Ya en la llamada secta de los Iluminados de Baviera tenemos un ejemplo típico de la inversión de tendencias a la que hace poco hemos aludido. Ello resulta ya del cambio experimentado por el propio término «Iluminismo» [“Ilustración”] que en su origen estaba relacionado con la idea de una iluminación espiritual suprarracional, pero que posteriormente, por el contrario, se fue haciendo sinónimo de racionalismo, de teorías de las «luces naturales», y de antitradición. A este respecto, se puede hablar de un uso falseado y «subversivo» del derecho propio del iniciado, del adepto. El iniciado, si es verdaderamente un iniciado, puede situarse más allá de las formas históricas contingentes de una tradición particular; puede señalar —cuando reciba el mandato para ello— sus limitaciones y ponerse por encima de sus autoridades; puede rechazar el dogma, porque posee algo más, el conocimiento trascendente, y, en un orden de ideas bien distintas, sabe de la inviolabilidad de este conocimiento; finalmente, puede reivindicar para sí la dignidad de un ser libre, porque se ha desligado de los vínculos de la naturaleza inferior, humana. Del mismo modo, los «libres» son también los «pares», y su comunidad puede ser concebida como una «confraternidad». Pues bien, basta materializar, laicizar y democratizar estos aspectos del derecho iniciático y traducirlos en sentido individualista, para tener inmediatamente los principios-base de las ideologías subversivas y revolucionarias modernas. La luz de la mera razón humana sustituye a la «iluminación» y da origen a las destrucciones del «libre examen» y de la crítica profana. Lo sobrenatural queda arrinconado o se confunde con lo natural. La libertad, la igualdad y la paridad se convierten en las nociones prevaricadoramente reivindicadas por el individuo «consciente de su dignidad» —pero no consciente de su esclavitud frente a sí mismo—, para levantarse contra toda forma de autoridad y constituirse ilusoriamente en razón última de sí mismo, y decimos ilusoriamente porque, en la inexorable concatenación de las distintas fases de la decadencia moderna, el individualismo ha tenido la duración de un breve espejismo y de una falaz embriaguez, y el elemento colectivo e irracional, en la época de las masas y de la técnica, no ha tardado en absorber al individuo «emancipado», o sea, desarraigado y sin tradición.

Li anteriormente:
Imperialismo Pagano (1928)
Revolta Contra o Mundo Moderno (1934)

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