9 de abril de 2014

Merlín y Familia


Álvaro Cunqueiro
Merlín y Familia (1955)

Organizado como um livro de contos (o original galego intitula-se Merlín e familia i outras historias), a primeira parte do livro é passada na segunda metade do século XVIII, em Miranda, algures na Galiza. Pela casa de Merlín passam as mais diversas personagens, vindas de terras distantes, em busca da resolução das suas tribulações com o sobrenatural. Assim, demónios, gnomos, sereias, encantamentos, magias e outras singularidades conexas fazem, com toda naturalidade, parte do quotidiano desta gente, tal como ele é visto pelos olhos de Felipe de Amanda, o jovem pajem do mago.
Na segunda e terceira partes, decorridas anos depois (embora o tempo não seja aqui propriamente linear), já com Merlín ausente, encontramos Felipe a trabalhar como barqueiro em Pacios, no caminho de Santiago, onde ouve as histórias dos viajantes que ali passam, continuando os prodígios e os acontecimentos bizarros. Entre estas histórias há uma versão de Paulo e Virgínia, bem como o relato da vida de Merlín, prévia à sua chegada a Miranda, excluindo a sua passagem pela corte do Rei Artur porque, como se explica, isso consta dos livros de História que se lêem nas escolas.

Creo que no comí aquel día, de tan vagante y temeroso como andaba, y la señora Marcelina me quería sonsacar, y yo callaba, o sacaba otra conversa.
En limpiar el horno, soltar una hora los perros en el soto por culpa de un zorro que nos venía a las gallinas, y echarle un remiendo de latón a una zueca pasó la tarde, y hubo de merienda migas de manteca con huevos, y en anocheciendo, como tenía ordenado, me fui a presentar a don Merlín, que estaba vestido de cazador.
– El encanto que tiene doña Simona –me explicó mi amo–, es de los que se hacen la noche de San Juan, y solamente duran un año; son embrujos pequeños, casi siempre puestos por demonios fornicadores. El demonio que la embrujó ha de volver esta noche, que es tan sonada en el mundo, y ya tengo todo preparado para cazarlo en su intento y azuzarlo por la fraga abajo.
– ¿Y no lo podríamos matar? –pregunté yo, echándomelas de valiente.
– Tanto da, que hasta el fin del mundo, el número de demonios ha de ser siempre el mismo.

Li anteriormente:
Las Crónicas del Sochantre (1956)

Ningún comentario:

Publicar un comentario