1 de xuño de 2016

Sumisión


Michel Houellebecq
Sumisión (2015)

Confesso que nunca tinha ouvido falar de Michel Houellebecq antes da publicação de Submissão, e da polémica que levantou. Pensei, erradamente, que se tratava de uma obra de estreia; afinal Houellebecq já publicava há mais de vinte anos e contava um punhado de prémios literários.
A novela decorre em 2022, no contexto das eleições presidenciais francesas, onde um candidato islâmico “moderado”, líder da Irmandade Muçulmana, apoiado por uma “frente republicana” que inclui socialistas, sociais-democratas e liberais, derrota tangencialmente a candidata da Frente Nacional. No centro da narrativa está François, um professor universitário de literatura (e fala-se bastante sobre literatura e filosofia), despolitizado e desenraizado – com uma preferência especial pela obra de Joris-Karl Huysmans, sobre o qual fez a sua tese – que vê o seu pequeno mundo desabar aos pedaços.
Sumisión (Soumission no original – optei pela tradução em espanhol) é um livro em tom crepuscular, que antecipa uma França à beira do abismo islâmico, tentando alinhar algumas pistas que possam responder à pergunta «como foi possível chegarmos a isto?» E temos, assim, em primeiro lugar, a nossa própria responsabilidade, quando nos deixamos enredar nos vários cantos de sereia destinados a levar a nossa sociedade ao suicídio; depois, a cegueira (para não dizer mais) dos actuais dirigentes políticos, extrapolados para este futuro próximo; o falhanço da democracia, no cada vez maior afastamento entre as opções da classe política e o sentir da sua base de apoio; a manipulação e o boicote noticioso das grandes cadeias de informação levados às últimas consequências (já em marcha actualmente: é raro o noticiário onde não se veja um barco de “refugiados”, mas nada se conta sobre as violações, assassínios e outra criminalidade violenta praticada diariamente por esses “migrantes” em território europeu). Por fim, a submissão pacífica à sharia, tanto por parte da esquerda, paralisada nas suas próprias contradições, como pela direita conservadora e pragmática que, no fundo, não se sente demasiado afectada com as novas leis...

—Es curioso —dijo finalmente Lempereur—, cómo nos mantenemos apegados a los autores a los que nos dedicamos al principio de nuestra vida. Podría parecer que al cabo de uno o dos siglos, las pasiones se extinguen y como universitarios accedemos a una especie de objetividad literaria, etcétera. Pues para nada. Huysmans, Zola, Barbey, Bloy, todas esas personas se conocieron, tuvieron relaciones de amistad o de odio, se aliaron, se enfadaron, la historia de sus relaciones es la de la literatura francesa; y nosotros, a más de un siglo de distancia, reproducimos esas mismas relaciones, mantenemos nuestra fidelidad al que fue nuestro campeón, seguimos dispuestos a amarnos, enfadarnos y pelear por él a golpe de artículo.
—Lleva razón, pero eso es bueno y prueba por lo menos que la literatura es un asunto serio.
—Nadie se enfadó nunca con el pobre Nerval... — intervino Alice, pero Lempereur ni siquiera la oyó, creo, seguía mirándome con intensidad, ensimismado en su discurso.
—Usted siempre ha sido una persona muy seria —prosiguió—, he leído todos sus artículos en el Journal. No es ése mi caso. Estaba fascinado por Bloy cuando tenía veinte años, fascinado por su intransigencia, su violencia, su virtuosismo en el desprecio y en el insulto; pero era también, y mucho, un fenómeno de moda. Bloy era el arma absoluta contra el siglo XX con su mediocridad, su idiotez militante, su humanitarismo repelente; contra Sartre, contra Camus, contra todos los payasos del compromiso; también contra todos los formalistas nauseabundos, el nouveau roman y todas esas absurdidades sin consecuencia. Bueno, ahora tengo veinticinco años y siguen sin gustarme Sartre, ni Camus, ni nada que se parezca al nouveau roman; pero el virtuosismo de Bloy se me ha vuelto pesado, y tengo que reconocer que la dimensión espiritual y sagrada en la que se regodea ya no me evoca casi nada. Ahora me gusta más releer a Maupassant o a Flaubert, o incluso a Zola, por lo menos algunas páginas. Y también, por supuesto, al muy curioso Huysmans...

Ningún comentario:

Publicar un comentario